Desde esta edición, Semanario EL PUEBLO contará con una nueva columna, a cargo de Héctor Valle: pensador uruguayo que, como autodidacta, se dedica a la Historia y a la Filosofía. Hombre citadino, de 62 años, felizmente casado, padre de 5 hijos y, por ahora, con 5 nietos, a todos los cuales ama y conforman el centro de su vida.
Ortega y Gasset:
Circunstancia y perspectiva
Hoy es dable recordar a don José Ortega y Gasset, aquel sabio y humano español, maestro de filosofía pero ante todo maestro de vida, cuando, a resultas de la gran obra española Don Quijote de la Mancha, compone sus «Meditaciones del Quijote», es bueno releer sus páginas y hacer un alto en nuestras acciones para poder mirar más alto y más lejos.
Ya desde el mismo comienzo, Ortega nos alerta respecto de qué Quijote habrá de abordar, es decir, no el personaje sino la obra que además comprende al personaje. Primera lección: la de no presumir algo que deviene en segunda instancia de lo primero: la obra en sí.
Sea dicho de paso que Ortega enseña, con maestría y también con claridad, esta tan famosa, por cierta, cualidad orteguiana, la de la tranquila posesión espiritual, dominio suficiente de nuestra conciencia sobre las imágenes, un no padecer inquietud ante la amenaza de que el objeto apresado nos huya, como bien aclara él mismo en esta obra cumbre al tratar el tema de «La luz como imperativo».1
Pero nos hemos adelantado en el pensamiento del Maestro, vertido a través de estas páginas memorables y siempre vigentes.
Consignaremos, así, su célebre consideración sobre la circunstancia que antes le lleva a ubicarse en el eje de la cuestión, o sea, la perspectiva; la necesidad misma de tener y darnos una perspectiva.
Perspectiva
Dice Ortega: «(…) Todo lo general, todo lo aprendido, todo lo logrado en la cultura, es sólo la vuelta táctica que hemos de tomar para convertirnos a lo inmediato. Los que viven junto a una catarata no perciben su estruendo: es necesario que pongamos una distancia entre lo que nos rodea inmediatamente y nosotros, para que a nuestros ojos adquiera sentido.»2
Un sabio y prudente consejo: el de apartarnos interiormente, es decir, dar una pausa a las emociones encontradas que puedan anidar en nuestro ser bien como el apagar el sonido a la vocinglería que presume de fuerza y que viene de afuera, para encontrarnos a nosotros mismos pudiendo entonces percibir qué es lo sustantivo y qué lo anecdótico, qué lo central y qué lo contingente, qué, en suma, es el asunto a tratar y no, por ejemplo, qué asunto quieren que tratemos. Ser dueños de nosotros mismos, siempre en comunidad.
Dice Ortega: «Para quien lo pequeño no es nada, no es grande lo grande. Hemos de buscar para nuestra circunstancia, tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo. No detenernos perpetuamente en éxtasis ante los valores hieráticos (…). En suma: la reabsorción de la circunstancia en el destino concreto del hombre.»
Observen cómo nos va aproximando al centro de la cuestión –la circunstancia- al hablar de dimensiones y emociones, de valores y, principalmente, de nuestra ubicación en el orden mismo de la cuestión a estudio: nuestra vida, nunca aislada sino comprendida en un contexto, en una situación aun más amplia y a la vez profunda que nuestras primeras y más fuertes sensaciones, en tanto somos seres sociales, es decir en diálogo con los otros.
Circunstancia
Quitarnos las anteojeras. Ser libres. Atrevernos a serlo. Levantar la mirada más allá de nuestra supuesta realidad, la inmediata y personal y poder ver nuestra circunstancia de vida, nuestro entorno, no el íntimo, por personal o familiar, sino el del colectivo social que nos nuclea.
Él Maestro Ortega y Gasset, a renglón seguido de aquellas expresiones ya citadas, manifiesta: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus es, leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, ésta: «salvar las apariencias», los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea.»3
Busquemos, pues, el sentido. Y, hallándolo, actuemos en consecuencia.
Hay algo que siempre trasciendo al pequeño yo y es el nosotros, histórica y geográficamente. Algo que viene de lejos. No digamos con Borges que los mejores paraísos son los paraísos perdidos, sino y a resultas de esta lección orteguiana, que hay un paraíso posible e imperfecto que puede ser construido por nosotros cono los otros y es el de nuestra circunstancia de vida. Circunstancia que nos convoca y nos debe encontrar dispuestos a laborar en comunidad, cono sentido y con proyección a lo más caro que tiene ser el ser humano: la posibilidad de dejar de ser un mero individuo para pasar a ser persona. Es posible. Intentémoslo.
Deja una respuesta