Estamos en el día después de la movilización del 23 de enero. Y las conclusiones muchas veces mezcladas con el sentimiento, dejaron posiciones definidas. Es saludable que haya democracia y que todos se expresen como deseen. Lo que no suma es la agresión gratuita que los miles de autoconvocados sufrieron sobre todo a través de las redes sociales. Y fuera de lo que eso significa -en una línea básica «trabajadores contra trabajadores»- , es momento de prestar atención a la intolerancia que se va atornillando al mundo virtual del país.
Por qué generó resistencias? Posiblemente porque el gobierno no está acostumbrado a las movilizaciones. Y la causa es que el Pit Cnt es un movimiento más del Frente Amplio por tanto no promoverá algo que vaya contra él. Es un gobierno cívico-sindical que se siente irritado porque el movimiento comenzó en el campo.
Ese sector es el que, indiscutiblemente, mueve al país. Por eso prefiero pensar que los descalificantes términos usados incluso por integrantes del gobierno, son producto de la ignorancia y no una campaña de desgaste.
Lo del 23 de enero fue pacífico. Ordenado. Sin banderas políticas. Es que en la tierra no hay sectores sino trabajo, tenacidad, orgullo (bien entendido), planificación y visión de futuro. Quizá esos valores son desconocidos por muchos y por eso las llamativas expresiones despectivas que generaron.
En cuanto al núcleo de esta concentración, quizá deberíamos empezar, no por criticar o alabar sino por recordar qué llevó a que una multitud cruzara, muchos de ellos medio país, para hacerse oír. Gran parte del debate fue el número. Y uno se pregunta, qué tan trascendente es la exactitud en este caso? Si no se llegó a determinada cifra, entonces no tiene valor?
La movida reclama cambios. Y por lo que se vio, no es sólo el campo. Hay muchos uruguayos que están afligidos y en el movimiento encontraron una forma de manifestarse, una válvula de escape.
El campo no da más, como tampoco otros sectores del país ajenos a las políticas gubernamentales de beneficios o por lo menos de afloje fiscal. Pero en el último año la presión aumentó un 10% al sector.
La consecuencia, si no entendemos lo que pasa y no lo ayudamos a salir de sus problemas, el agro terminará concentrando tierras y empresas en pocas manos. Quienes quedan por el camino son los pequeños productores. Si se salva un productor, se salva un núcleo familiar, un emprendimieno ordenado económicamente y estable y se mantiene el entramado social y sus beneficios. En Europa, hace 30 años que se subsidia la producción; en Uruguay es totalmente a la inversa: el campo subsidia a la ciudad a través de impuestos y del gasoil.
En lugar de dividirnos, esta marcha debe unirnos. Para lograr el desarrollo del país y retomar la senda del crecimiento.
Es verdad que se dividieron las aguas entre quienes apoyaron y entre los que, en una actitud inentendible, se burlaron, insultaron e hicieron un escarnio público endilgando la marcha a gente «llena de plata». Que los calificaron de oligarcas y capitalistas. Otros la defendieron fervorosamente. Y muchos uruguayos respetuosos, decidieron entender que es un derecho, que todos los trabajadores del país tienen. A moverse y hacerse oír.
El balance es que para casi nadie pasó desapercibido.
El domingo 28, Wilson Ferreira Aldunate cumpliría 99 años. Siempre es un buen momento para recordar sus ideales. Como Ministro de Ganadería y Agricultura, impulsó la planificación y ordenamiento a través de la creación de instituciones de diagnóstico y de implementación de políticas para sacar adelante al campo. Entendía que el entramado social que incluye, es lo importante porque se desparrama sobre toda la sociedad uruguaya.

Compartir