Recordar ciertas vidas es un deber hacia quienes han vivido de tal manera que las palabras y los actos que de ellos nos llegan son siempre ejemplo.
El 15 de diciembre de 1944 nació en Brasil, en la Amazonia Oeste, lindante con Bolivia y Perú, Francisco «Chico» Mendes.
Se crió en región de analfabetismo, aislamiento, abandono y carencias de todo tipo.
Cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial, los norteamericanos abandonaron muelles y aeropuertos. Había concluido la «batalla del caucho», bajó abruptamente su precio y su exportación. Se estimó que de 50.000 seringueiros censados, 23.000 murieron sin pan y sin atención médica. La mortalidad infantil era de más de ocho niños que morían antes del año de edad por cada diez nacimientos.
Chico Mendes tuvo la suerte de conocer a un refugiado político en la Amazonia, que le enseñó a leer y escribir recurriendo a revistas y diarios viejos. Se informaba gracias a una radio con onda corta.
Hacia 1970 la construcción de la carretera Transamazónica, de más de 5.000 kilómetros, significó la devastación de quienes vivían de la selva: los indígenas, los «ribeirinhos» de los ríos y los «seringueiros», trabajadores del caucho. Sus poblaciones fueron diezmadas por la desaparición de sus fuentes de trabajo.
Con la carretera llegó la deforestación masiva y los incendios intencionales que se multiplicaron durante décadas. Bosques milenarios eran reemplazados por explotaciones ganaderas y agrícolas que con frecuencia luego eran abandonadas por escasa rentabilidad. Las poblaciones primitivas con sus medios de vida destruidos, sin trabajo, se desarraigaron, emigraron y pasaron a engrosar chabolas y favelas. Los recién llegados, con títulos de propiedad falsos, se hicieron propietarios cada uno de miles de hectáreas. Chico Mendes, desde joven aconsejaba a los seringueiros: «no firmen nada, no vendan sus tierras», «la Tierra es vida». Misioneros católicos publicaron el «Catecismo de la Tierra» explicando los derechos básicos de los seringueiros. En julio de 1980 matones a sueldo eliminaron a los compañeros de «Chico» Mendes que con él asesoraban a los trabajadores del caucho.
La prolongación de la ruta Transamazónica y la posterior construcción de dos megarrepresas que estaban entre las más grandes del mundo, constituyeron verdaderos desastres ambientales, económicos y sociales.
Las actividades de Chico Mendes le llevaron al reconocimiento internacional antes que el de su propio país. Viajó a Londres y a Estados Unidos a recibir distinciones de organizaciones internacionales. Luego fueron integrantes de los Parlamentos quienes le escucharon. Sus denuncias generaron leyes e investigaciones sobre el Banco Mundial que había financiado obras de impactos negativos desoyendo los informes de sus asesores. Del reconocimiento en su país surgieron leyes de protección a las colectividades indígenas y la creación de las «reservas extractivas»: donde se aprovecharía la producción de caucho, frutos y medicinas silvestres. Se han identificado más de 1.000 plantas selváticas que contienen principios activos contra el cáncer.
El 6 de diciembre de 1988 participó en San Pablo en un seminario organizado por la Universidad. Terminó su participación diciendo: «No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Quiero que mi muerte sirva para acabar con la impunidad de los matones que cuentan con la protección de la policía de mi Estado, Acre, y que desde 1975 han matado en la zona rural a más de 50 personas como yo, líderes empeñados en salvar la selva Amazónica y demostrar que el progreso sin destrucción es posible».
15 días después, el 22 de diciembre de 1988, partió de la oscuridad una bala asesina que terminó con su vida en su casa de Xapurí, en el Estado de Acre.

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