Una idea de Alfredo Valdez Rodríguez
A Ramón «El Chino» Guillén
Suplemento de El Pueblo, existe siempre
otra historia que no es jamás la que vemos.
Ahora no me conocés
En donde estamos?
Ahora no me conoces de la edición anterior
Esta vez, ni la menor idea… será para otra (Ma. Julia Álvarez)
«Los Torres»….en un simulacro de trabajo en la quinta ja ja . Pero seriamente diría que son «Grandes valores» (Jorge Aguiar)
Los hermanitos Torres, cuantas veces más habrán usado esos utencillos después de la foto?,están cultivando o sepultando a alguien? Gente linda estos muchachos Torres,Alvaro,Martha, Gaucho,Largui,Pepe y. Alejandro . (Ruben Rodriguez)
«Con la pala y con el pico yo también me siento rico cuando voy a trabajar» Eso lo escucharon los Torres Suárez, tomaron pala y rastrillo, se alivianaron de ropa, se sacaron la foto y nunca más repitieron esa macana de ser quinteros, ja ja. (Angel Pio Borra)
Mariam Legnani
El Cuenco y Otros bordes
Abejas abejas abejas zumban zumbido
zumban incansables mi cielo adentro mi
verde adentro florecen cálices abiertos a
la locura primigenia miel néctar elixir de
mis luciérnagas a través del tiempo entre
la noche infantil de plantas verdiazuladas
y la madrugada adolescente adolece de
esperanzas abejas abejas abejas luz tibia
luz amarillenta aire fresco limpio esmeralda
todo por empezar en la mañana
suelo crepita pide a borbotones mate
exámenes exámenes exámenes descubro
el nogal crecido de diez años gurisa llueve
mi corazón ilumina abejas abejas abejas
una melodía despertemos soñemos
risas ¿vives intensamente? ¿Qué es lo
intenso? Los pliegues de piel cuentan me
alegro zumbido zumbas no te ausentes si
tú mi paisaje de ayer te tengo respiro.
Uruguay Ortiz
Enrique Santos Discépolo
Cumplió 116 años Enrique Santos Discépolo y vive en sus tangos. Sus letras trasmiten vida. Nos dice en una de sus mejores páginas: «Tres esperanzas/ tuve en mi vida,/ dos eran blancas/ y una punzó…/Una mi madre,/vieja y vencida,/ otra la gente,/ y otra un amor./ Tres esperanzas/ tuve en mi vida/ dos me engañaron,/ y una murió…». Es el grotesco de Chorra, el desencanto de Cambalache, la frustración de «Uno» o «Canción desesperada», la sensación de pérdida en «Sueño de juventud», la caducidad de la esperanza en «Yira Yira», la tragedia de «Confesión», las luces y las sombras de la vida en Cafetín de Buenos Aires. Por eso el tango sigue vivo porque gran parte de su temática es la búsqueda de lo perdido. La letra de tango hace referencia a todo lo que no alcanzamos y no solamente el amor. Puede ser el barrio que ha cambiado o la ciudad de origen a la que no se puede volver. Nadie pintó mejor lo que significó Discepolo que su amigo Homero Manzi; «La gente se te arrima con su montón de penas/ y tú las acaricias casi con un temblor…/ Te duele como propia la cicatriz ajena:/ aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor»
Omar Adi
Como un globo sin timón,
sin barca y sin capitán.
El Vuelo del Judas fue el tema de La Piel del Judas.
Lo compuso Rodolfo Torres en letra y música y en su primera versión (acústica) lo cantó Benjamín Medina. Más adelante se grabaron nuevas versiones (una cantada por Daniel Borrell y la última por el mismo Capincho) y se inscriben en la discografía de Minotauro que algún día verá la luz.
El comienzo de La Piel tuvo sus variaciones, así como las tuvo el texto original de Juan Graña.
Un personaje nuevo (la Idea) era interpretado por Arturo Cravea, que protagonizaba el audiovisual inicial.
Arturo era un mimo que tramaba la historia, meditando en paisajes naturales de Santa Lucía para luego ir a buscar a los actores a la casa de cada uno.
Las fotos eran de Rodolfo Fuentes, quien también seleccionó la banda de sonido de esa introducción: un tema de Couperin tocado en clave, que todavía suena en mis oidos. El audiovisual finalizaba con la escena inicial de la puesta en escena.
Arturo (el mimo, la Idea) entraba en la sala antes de comenzar la función, con el público ya instalado y luego de mirar cara a cara a mucha gente, elegía y hacía subir al escenario a Raquel y a Hugo , que estaban sentados como un matrimonio más, me llamaba a mí, que con gorro y todo recogía las entradas en la puerta y al Yiyo y al Largui, que en algunos teatros del Interior yacían en la vereda pidiendo limosna (con tal grado de convicción que en algunos lugares se la dieron, baisanos).
Cuando todos subíamos, la Idea nos hacía formar una rueda tipo rugby en la cual supuestamente nos explicaba el asunto, para entonces los actores tomar una posición que se superponía con la del audiovisual.
El resultado de estos preliminares en el público era de asombro primero y de concentrada atención después, cuando en esa mágica mezcla de naturalismo con simbolismo el Largui trasmitía la emoción debida en el momento debido, mientras el tema del Gaucho Torres (hermano actuando, hermano componiendo, hermanos todos) subía por los aires.
Cuando el público nos aplaudió de pie en la Alianza Francesa, también nosotros volamos, puro asombro, pura incredulidad, locos de la vida, como globos sin timón, sin barca y sin capitán.
(Cajón de Turco. Fotos: Grupo Gente, José B. Medina y Rodolfo E. Torres)
Alfredo Gomez
Cuadros
No hay nada más que lluvia,y algunas cosas más.
Sal en el mar y arena,señales vitales, pulso, latido, fiebre.
No es tanto lo que nos mueve,y ni siquiera podemos estar seguros.
Ese que cerró los ojos, lo hizo por última vez,
y no se enteró de nada, no supo que era su último parpadeo.
La tarde gira entre dos luces,respira, respira:
es el viento o un caballo,es la pena y la risa que la sofoca.
No hay nada más que espejos detrás de los paños negros,
y un ciego queriendo mirarse en ellos.
La lámpara bosteza y parpadea amarillantos y pestañas,
Las Meninas se balancea en un clavo herrumbrado,
allá muy lejos en un rincón de El Prado.
No hay nada más que estrellas,y voces que se apagaron
y sigo escuchando muy dentro mío.
No hay nada más que sombras tatuadas en los muros,
palabras que escribió un borracho,
orinando,mientras miraba por sobre el hombro(una mano en el pene, la otra en los ladrillos)
a la princesa que se alejaba.No hay nada más que lluvia cayendo sobre los techos.
Y el viejo sicomoro, que en la vereda del museo, dejó caer su última hoja.
Y no hay nada más.
Figari en La Bella
«Cuando Don Pedro Figari concurrìa a Santa Lucìa èramos nosotros los encargados de aguardarlo en la estación del ferrocarril y de acompañarlo hasta algunos de los jardines, o de las viejas mansiones de Santa Lucìa que pudieran ofrecerle motivos de interés para trasladar a la tela … Ibamos a la Quinta de Rodó, de Magariños Cervantes, de Lacueva, o la llamada Quinta de la Buena Moza y a muchas otras. Cuando don Pedro encontraba el rincón santalucense que le atraía, se instalaba frente a su caballete y pasaba largo rato usando de sus pinceles y pinturas» (Augusto Legnani)
(Cuentos del Abuelo,Ramón Legnani,pag. 140. 2007)
Es esa sensación diaria de que estamos en un barullo impresionante pero al mismo tiempo no pasa nada. JB
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